
El hombre que vence el asco y vive de matar ratas y cucarachas
Yonis Sepúlveda Clavijo dice con orgullo que jamás se ha negado a un trabajo por miedo, pues, según él, si se tienen los equipos necesarios eso no es una excusa.
Este hombre, a sus 36 años, se ha enfrentado a los animales más indeseados y odiados por el común de la gente. Insectos de todo tipo, serpientes, cucarachas, pulgas, roedores, cadáveres de animales, palomas contagiosas y microorganismos peligrosos hacen parte de la larga lista de seres que ya no le hacen sentir un nudo en el estómago.
Contrario a lo que muchos pensarían, él cree que el primer paso para tratar con estos animales desagradables es comprender que son seres vivos que están estresados y por eso necesitan comprensión y un trato digno, de ahí que las trampas sean hechas de tal forma que no agudicen el sufrimiento del animal.
Se podría decir que su trabajo lo ha hecho invencible ante las enfermedades e inmune a las plagas y por eso cuando viaja a tierra caliente no se le acercan los mosquitos.
“Con mis compañeros quedamos admirados de cómo este trabajo hace que se aumenten nuestras defensas, provoca que nuestro cuerpo se haga más fuerte. De hecho, ya son las plagas las que nos tienen miedo”, cuenta.
Trabaja entre 15 y 14 horas diarias y por el nivel de riesgo de contagio debe mínimo visitar al médico cada 6 meses y evitar el consumo de carnes rojas al momento de fumigar para que no se eleven sus niveles de colinesterasa.
Para la aplicación del plaguicida no puede olvidar su careta con doble filtro de carbón activado, su overol antifluidos, las gafas protectoras, sus botas y los guantes, prendas que hacen parte de su traje. Cuando se lo pone, su hijo cree tiene superpoderes. “Con este trabajo uno se convierte en un superhéroe que llega a rescatar a mujeres, niños y hombres de esos animales o microorganismos que siempre han sido su peor miedo”, dice.
Un experto en plagas, víctima de la violencia
Este hombre, oriundo del municipio de Pueblo Bello, Cesar, se ha enfrentado a casi todos sus miedos, ha tenido que llorar la muerte de varios colegas en el ejercicio de su profesión e incluso sobreponerse a la violencia colombiana, esa misma que lo obligó a abandonar sus tierras hace varios años.
“Tuve que llorar el asesinato de mi papá, hacerme cargo del negocio familiar, soportar extorsiones por parte de grupos armados – a tal punto de caer en la banca rota-, me tocó huir con mi familia tras amenazas y salir adelante en una ciudad desconocida, sin ningún tipo de ayuda del Gobierno pese a mi condición de desplazamiento”, cuenta Sepúlveda.
Aunque el panorama en el pasado no fue alentador, cree firmemente que fueron estas situaciones las que lo llevaron a obtener sus mayores tesoros: una bella familia, un trabajo que ama y un prometedor proyecto de vida como empresario.
El control de plagas llegó por casualidad, pues no contaba con que unos cursos que hizo con el Sena, en 1996, para ayudar a su papá en la finca familiar, terminaran por convertirse en los primeros conocimientos que tuvo sobre el oficio del que actualmente vive.
“Yo llegué solo con lo del pasaje del bus a Bogotá y me presenté en una bolsa de empleo a la que le llamó mucho la atención que yo tuviera esos cursos. Ese mismo día me llamaron para una entrevista a las dos de la tarde y a la hora ya estaba trabajando”, dice.
Aún recuerda con desdén la manada de cucarachas a la que se enfrentó ese día en su primera misión como técnico operativo en la aplicación de plaguicidas. La empresa lo envió a un hotel en Paipa, Boyacá, para hacer una nebulización en una cocina infestada de blatodeos y tuvo que manipular una sustancia muy fuerte para controlarlas.
“Ese día quise renunciar, vomité muchísimo porque la sustancia era fuerte. Salí tan mal que al día siguiente llegué enfermo a trabajar y me tuve que devolver a la casa”, cuenta.
De ascos y lugares indeseables
Orgulloso, asegura que este trabajo lo ha llevado ser valiente, a tal punto de entrar a esos lugares en donde nadie entra. Sabe que aunque es un trabajo inusual (que no le gusta del todo a su amada Hortensia), cada vez que ve cómo los rostros de sus clientes pasan del terror a la calma, confirma que vale la pena.
“Acá entran llamadas que dan hasta risa, la gente como no entiende del todo este oficio a veces pide fumigar lo infumigable. Un día nos llamaron para desinfectar un tablero electrónico y obviamente el agua con electricidad hace corto. Hasta me han pedido la fumigación de una planta eléctrica”, relata.
Aunque hay productos caseros para tratar estas plagas, él cree que el usuario del común pocas veces es consciente del riesgo que hay detrás de una cucaracha o un insecto y por eso cometen muchas imprudencias.
Entre sus peores experiencias recuerda el día que se enfrentó a una rata de alcantarilla, luego de que fuera encerrada en un patio por uno de sus clientes; la desinfección de un avión donde habían transportado a un enfermo de meningitis (que hizo que lo pusieran en cuarentena) y el día que trabajó en el basurero de doña Juana.
“Uno de mis peores días los viví en ese basurero, iba fumigando con la máquina y de un momento a otro sentí que me estaba hundiendo en algo hasta la rodilla, miré abajo y era un caballo muerto. Ese tipo de cosas hacen que este sea uno de los lugares más asquerosos que uno pueda pisar”, comenta.
También dice que, para él, las cárceles son los espacios que más necesitan de la presencia de un experto en control de plagas, ya que están llenas de “muchas porquerías que se ven y otras tan pequeñas que los presos ni se imaginan”.Son varias las conclusiones que Yonis Sepúlveda ha sacado de su trabajo. Por ejemplo, descubrió que los restaurantes son los lugares que más asco le dan, pues “todos, en un 90% , tienen cucarachas y roedores y no hay interés en controlarlos”.
La mayor lección de vida que ha tenido de esta labor ha sido el entender que el miedo jamás se pierde, que no hay adversario pequeño y que, por más experiencia que se tenga, todo trabajo tiene un nuevo temor por derribar, pues “las personas no tenemos que vivir con el miedo, el miedo solo pierde su poder cuando alguien valiente decide enfrentarlo”.
Tomado de eltiempo.com